Entrevista - Vanesa Muela

La música de la España vaciada

Lleva casi 40 años dedicada a recuperar y divulgar la música tradicional de nuestro país y es una de las voces más reconocidas, tanto a nivel académico como popular. En sus conciertos consigue trasladarnos en el tiempo a través de las emociones que provocan unas músicas que forman parte de nuestra memoria colectiva y de nuestro rico patrimonio inmaterial. Son músicas recuperadas de la tradición oral, la mayoría procedentes de esa España que languidece, la España vaciada. Dice de ellas que son sanadoras y que provocan alegría en quienes las escuchan. Podremos comprobarlo en el concierto que con el título Música de raíz. La voz de la mujer en el interior peninsular dará el próximo 10 de marzo en el Museo Arqueológico Nacional, dentro de la 18ª edición del festival Ellas Crean.  Un concierto realizado con la colaboración de la Asociación Mujeres en la Música.

¿Qué le hizo interesarse por la música tradicional?

En mi casa, mis padres han sido siempre amantes de la música tradicional. De hecho tenían más de 500 discos de esta música… Te diría que antes de nacer ya la escuchaba. Con 3 años empecé a bailar, pero enseguida se dieron cuenta de que tenía buen oído y buena voz, y poco a poco empecé a cantar.

Y ahora, ¿usted cree que les interesa a los jóvenes estas músicas?

Yo creo que cada vez hay mas interés por nuestro pasado, y ahí están las músicas de raíz. En este mundo tan globalizado, vestimos, comemos lo mismo… Todo esto hace que perdamos nuestra identidad. Creo que la gente joven se está dando cuenta y está empezando a mirarse hacia adentro y a necesitar esa visión de lo que es tu tierra, tu pasado… Tu música. Por otro lado, mis repertorios son relativamente cercanos en el tiempo, no hace más de 50 o 60 años que se cantaban esas canciones.

¿Qué tipo de instrumentos utiliza en sus conciertos?

En mis conciertos me gusta tocar con instrumentos de cocina, cucharas, almireces, sartenes, conchas, instrumentos con parches de piel, panderos cuadrados, zambombas… Todo lo que haya sido utilizado en la antigüedad para hacer música. La gente podría no saber leer ni escribir, no sabían música, pero tenían un buen oído y sobre todo una buena memoria para aprenderse las melodías sin que hubiese nada escrito.

¿Con cuál se siente más cómoda?

De todos, mi instrumento favorito es la pandereta. Es muy versátil. La panderetera podía estar tocando un domingo por la tarde cinco horas con la mano, con el puño, con el codo…

Hacer música de raíz implica una recuperación de la memoria. ¿Se está consiguiendo?

La recuperación lleva haciéndose muchos años. Joaquín Díaz es una eminencia, en su museo etnográfico de Urueña podemos ir a consultar sus múltiples archivos sonoros. Es muy interesante para la gente que nos dedicamos a esto. Ha habido muchos estudiosos que han dejado su huella en trabajos de investigación, pero ahora sería interesante ¨desempolvar¨ esas melodías, que la gente las conozca. Ahora importa la divulgación, para que no se pierdan.

Sus conciertos suelen ser muy didácticos, citando las fuentes de donde proceden las canciones ¿Hace falta pedagogía con esta música?

En mis conciertos me gusta contextualizar, contar anécdotas, recordar a las personas que me enseñaron esas canciones, como símbolo de gratitud y como homenaje, porque si yo estoy en el escenario es gracias a esas personas que me han enseñado esas canciones. Aunque también es bueno dejarse llevar por la música. Mis conciertos son muy íntimos, muy minimalistas, el público canta conmigo… Recuperamos recuerdos, la memoria colectiva y ese patrimonio inmaterial que es la música de raíz.

Es normal verla colaborar con otros músicos de distintos rincones de España. ¿Con qué grupos está colaborando ahora?

Me gusta mucho experimentar, crecer. Llevo 40 años en la música y el encuentro con otros hace que siga aprendiendo, que me ilusione. Ahora mismo estoy trabajando con La Musgaña, con los vascos Zaraval, con Odaiko, que es un grupo gallego, con el que recuperamos letras y músicas tradicionales y las llevamos a la música contemporánea… Desde hace 15 años estoy con los madrileños Hexacorde, con Crispín d’Olot, que es un juglar leonés, y estoy también con Rodrigo Jarabo, un músico especialista en instrumentos medievales de cuerda pulsada. Con cada uno de ellos hago trabajos y disciplinas distintas. Es música antigua, pero con alguno de ellos poniendo una nota de modernidad.

Parece que hay pocas mujeres interesadas en estas músicas…

El tema de las mujeres es crucial. No hay muchos referentes, de hecho cuando yo empecé a cantar no había muchas, y si las había estaban marginadas a la percusión o a la voz. De unos años a esta parte sí que veo más iniciativas con propuestas lideradas por mujeres, pero sigue siendo anecdótico. Yo todavía las echo en falta…

Es importante señalar que las mujeres han estado relegadas al ámbito doméstico, y, como señalaba, a la voz y a la percusión. Los músicos profesionales han sido hombres. Ellos podían desplazarse varios días a tocar en las fiestas de los pueblos; estoy pensando por ejemplo en los dulzaineros que tocaban en las romerías. Esto implicaba que estuvieran fuera de casa varios días y a las mujeres no les estaba permitido. Eso hizo que los hombres se profesionalizaran mucho antes y las mujeres quedaran más invisibles. Que tardaran más en dar el salto a esos ambientes tan masculinos.

Y en Europa, ¿cuál es el estado de la música tradicional?

Yo que he tenido la oportunidad de llevar mi música por toda Europa, he de decir que España es una especie de reservorio. En otros países de Europa la han perdido mucho antes que nosotros, por diferentes motivos, puede ser por una industrialización más temprana. El hecho es que han perdido una gran parte de ese patrimonio, que nosotros todavía conservamos y mantenemos vivo. Nosotros seguimos cantando y seguimos teniendo nuestros ritos y tradiciones, por eso nos miran y nos siguen, para seguir disfrutando de esas músicas. Estamos a la cabeza de muchos países de Europa y creo que estamos empezando a darle la importancia que debería haber tenido hace mucho tiempo.

El canto, la voz, parece que ha acompañado al ser humano desde que existe, en sus trabajos, en sus celebraciones, en sus despedidas… ¿Qué lugar ocupa en la música popular?

La voz es el instrumento primigenio de los seres humanos. Antes de atrevernos a tocar cualquier instrumento, el instrumento estaba dentro de nuestro cuerpo. Con él nos comunicamos, transmitimos emociones. Es el instrumento más delicado, ya que le afectan los estados de ánimo. Lo que más me sorprende de la voz es como se convierte en protagonista: ya puede haber una banda de 50 músicos, que en el momento en que hay una voz, todo se transforma con su presencia. La capacidad de enamorar que tiene la voz no la tiene ningún otro instrumento. La voz es la que lleva el alma, quizás por eso es lo que la gente más valora, porque tiene esa fuerza y esa magia que no tienen otros instrumentos.

¿Qué se va encontrar el público en su concierto en el Museo Arqueológico Nacional?

No podía haber mejor sitio para un concierto de una música que se transmite a través de la memoria, que forma parte de nuestra memoria colectiva. Va a haber canciones de toda Castilla y León, una zona que tiene un repertorio muy versátil, muy rico, cualquiera se puede sentir identificado con esas jotas, con esas seguidillas, romances, fandangos, cantos de trabajo, charros, charradas… Va a ser un concierto trabajado desde la emoción. Es una música que va de corazón a corazón, y son letras que pueden estar vigentes ahora mismo: nos siguen preocupando las mismas cosas que hace 300 años… La música tradicional nos eleva, nos sana, nos da mucha alegría y, por tanto, mucha felicidad.


 por Concha Hernández para diario Folk
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