
Foto: Daniel Garcia-Pablos
SARA CALERO
MASCARADA
Viernes 11 de marzo
Museo Nacional del Romanticismo (Auditorio)
…una máscara diseñada para crear una impresión de uno mismo hacia los demás
y como concepción de la verdadera naturaleza del individuoJung
Dicen que toda máscara esconde, pero en Mascarada la máscaras que portaban la bailarina Sara Calero y la cantaora Gema Caballero no esconden, representan. En ellas se encuentra parte de la filosofía de aquellas mascaradas de invierno. Las máscaras del carnaval ocultan el gesto, pero en Mascarada, ellas deciden perder su personalidad para encarnar la del rostro asumido y retronar desde ahí a aquello que son. Diosas, animales o heroínas ¿qué más da? Así nos introdujimos en una fiesta para romper el hilo que nos ataba a la monotonía y dar salida a pulsiones y deseos corporales.
Me viene a la cabeza la obra Los trabajos y los días de Hesíodo. Si la Teogonía era considerado el poema de los dioses, Los trabajos y los días era el trabajo de los hombres. Calero quiere divorciar así ese tiempo estacionario de los trabajos y los días con fiestas y religiones paganas. O profanas. Todo entraba en la liturgia.
En ese baile de máscaras, los invitados, es decir, nosotros, fuimos disfrazados utilizando a su vez otra máscara. En el centro de la fiesta, un réquiem, Mozart y el uso de esa música con la danza. En el centro de ese centro, el canto, la interpretación y la elaborada escenografía creada de manera exclusiva para el momento, un marco arquitectónico dentro de otro marco dentro de otro cuadro cuyo vestuario era la prolongación perfecta del cuadro colgado del museo. Calero, caída de ese cuadro, seduciéndonos con su interpretación y su pie a tierra y Gema Caballero, a veces con máscara en forma de ave, con su largo pico y sus redondos ojos, recordándonos “El Dottor Dea Peste” (el médico de la Peste) seduciendo a Calero con la Lacrimosa y su arte hecho palabra. Todo perfectamente construido junto a la voz de esa cantaora a veces soprano. Todo al servicio del tacón Calero.
Yendo a la terminología, el término “persona” se refiere a las máscaras que se usaban en el teatro clásico y fue Jung quien lo acuñó como esa máscara que define “cómo somos y cómo nos mostramos hacia los otros”. He ahí la distinción entre “persona” y “sombra”, siendo esta la parte de nosotros no reconocida pero que sin embargo existe.
En esta festividad de la saga Persona, la saga Calero-Caballero nos mostraba un elenco de ricos y diversos protagonistas, creando una conjunción armónica entre el “yo” y el todo, donde en el diminuto pero acondicionado cuerpo de Sara moraba un gran animal. Un animal que exorcizaba a ese otro yo que le incitaba a hacer y deshacer aquello que su primer yo no se atreve a hacer. Así, Sara le grita a Sara: “para ser grande no excluyas nada”. Hay un “lado oscuro” tras su máscara, y en ella Calero era un ser voluptuoso, soberbio, loco, lujurioso… Así la bailarina muta en avatar, con la cabeza encapsulada en una máscara de animal de cornamenta mitológica, ángel o demonio.
En Mascarada, la ausencia del yo, un yo difuminado que avanza hacia el cambio continuo, nos transportó a un flujo incesante de preciosas imágenes animalarias en una propuesta que parece basarse en una definición del yo que supone como opuesto y separado a otra la cosa conocida. En la delicada mezcla de la danza clásica con el flamenco más auténtico.
La herramienta del pintor es la pincel así como la herramienta de la bailarina Sara Calero es su cuerpo. Un cuerpo rápido lleno de notas, timbres, croma y movimiento. En el andamiaje de ese cuerpo, la estética de su danza con el esfuerzo que supone, nos ofreció una nueva mirada de cómo su cuerpo estaba al servicio de su mente. Esta bailarina de danza española, actriz sobre cualquier tabla y la cantaora Gema Caballero como acompañante formaron el dúo Calero-Caballero que lo dio todo bajo una máscara y sin ella.
Nuria Ruiz de Viñaspre