Luisa Carnés vivía en una casa pobre, como la mayoría de los madrileños, con sus padres y cinco hermanos pequeños. Escaseaba el trabajo, sobre todo para las mujeres. Cada mañana, con el periódico bajo el brazo, Luisa buscaba trabajo, en oficinas, talleres, cafeterías… pero el trabajo nunca llegaba.

    Una mañana de tantas, con sus pies doloridos después de caminar por medio Madrid, decidió sentarse en un banco, se entretuvo mirando los zapatos de la gente que pasaba junto a ella; unos eran brillantes, poco usados o nuevos, otros gastados, sin color concreto, dados de sí por tantas mojaduras.

    En ese momento le vino a la memoria cuándo fue a la última oferta de trabajo; al entrar en el portal buscó las escaleras, la detuvo el portero “señorita, no puede subir por ahí, venga, venga por aquí detrás, por la escalera de servicio”.

    Así, Luisa descubrió que había dos clases de personas, y tuvo claro a cual pertenecía.
    Desde el banco donde estaba sentada, miro alrededor pausadamente y sintió como la recorría una sensación placentera: el olor a mantequilla, a bollos recién horneados.

    No recordaba cuando comió por última vez…
    El día anterior había sido contratada unas horas para un catering; allí le pasaron una nota “preséntese mañana, a las 9 en esta dirección”.
    Sintió más fuerte el olor a bollos calentitos, se levantó del banco y leyó el letrero:Tea Rooms.

    El mes de marzo, dentro de la programación del Festival Ellas Crean, se ha puesto en escena en el teatro Fernán Gómez, la obra de Luisa Carnés “Tea Rooms” (Mujeres Obreras). Al entrar en la sala, ya se hace partícipe al público, por las butacas distribuidas que abrazan el escenario, donde se observan vitrinas y mesas con bandejas de bollos, tartas y dulces.

    Seis actrices en una obra donde se pone de manifiesto la problemática laboral y social que viven las mujeres de comienzos de siglo XX.  Vamos conociendo a los personajes, entre bandejas que van de una punta del escenario a otra, entre risas de las más jóvenes, que son calladas por la más veterana; Antonia lleva 15 años allí ganando un duro por 10 horas de trabajo al día….y callandito, que ya hay 20 en la puerta esperando. Todas son vigiladas por la encargada desde su pedestal; sentada junto a la caja registradora, no las pasa ni una…

    Las muchachas del salón de té comentan sus problemas entre susurros, “por si las pilla la bruja”. Matilde, la más sensata, es la que intenta abrirles los ojos ante la explotación y las condiciones laborales pésimas, que ellas mismas reconocen.

    Las actrices se mueven en el escenario como un baile sincronizado, colocan las tartas en el mostrador, recogen los suizos de la vitrina, limpian los estantes del escaparate, todo con tal rapidez y gracia que los espectadores seguimos embobados como si nos fuera la vida en ello, tanto es así que en un momento de la obra una dependienta grita ¡UN RATÓN! y más de una y de uno, dimos un salto en nuestro asiento.

    Acompañando la puesta en escena, un panel electrónico hace la función de escaparate donde se visualiza la calle y el paso de la gente, una idea magnífica que remata la calidad del espectáculo.

    Los problemas de la mujer en esta época son tratados por la autora de forma clara y contundente: el miedo al despido por protestar, la sumisión ante el varón, el aborto clandestino, el sindicalismo y sus represalias.

    La crítica de la época, destacó de ella “su carácter innovador y su fuerza narrativa”.

    Luisa Carnés (Madrid 1905-MexicoD.F., 1964)

    Nació en el barrio de Las Letras, comenzó a trabajar a los 11 años, también muy joven empezó a escribir.

    Mujer comprometida, militó en el PCE, feminista, apoyó a Clara Campoamor en la lucha por el voto femenino, con la llegada de la Guerra Civil, tuvo que exiliarse, se libró de ir a un campo de concentración en Francia por la intervención del presidente Lázaro Cárdenas, y así fue como en 1939, se exilió definitivamente en México donde ejerció el periodismo hasta su muerte.

    Elena Medel (InfoLibre) “Con un siglo de retraso, a Luisa Carnés se la ha reconocido como la gran novelista de la Generación del 27”.


    YOLANDA MENÉNDEZ

    Madrid, 25 de marzo de 2022

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