
Por Nuria Ruiz de Viñaspre
Boltanski
Estamos ante una pintura en movimiento, pero con movimiento fílmico detenido, retenido. Un pintura realista o irrealista ¿quién lo sabe? Dos bailarinas sobrevuelan en globo la tierra y la divisan por vez primera bajo sus pies mientras toman su primer picnic en la luna.
Vitrina. Burbuja. Juguetilandia. Estamos ante un picnic de campo, pero también de suelo, un trabajo de suelo en el que lo estático no te deja indiferente. La música icónica de Edith Piaf acompaña los movimientos ralentizados y mecánicos de las dos bailarinas. Todo es tan idílico como inquietante. La perfección irreal que hay en lo estático. Las paredes inexistentes tienen el aire justo, los tonos pastel juegan con el resto de una escenografía que es tan pulcra que araña. A pesar de todo y en primera línea, lo inquietante. La idea de sus pies que gritan que nada de lo real es real. La idea fugaz de que en cualquier momento podría caer la luna como un muerto abandonado y despertarnos.
Ya en la luna sostenida, un mantel con el atrezzo completo. Un cuaderno inmaculado. Vaso y agua para no morir. Una cesta de música y manzanas. Flores para vivir. El calor entrando por los poros. La tierra abajo. La plácida quietud. La robótica también. El sol arriba, la noche abajo, todo parece estar en orden. Un cuadro viviente delicioso. Demasiado idílico para no sufrirse a preguntas.
¿Somo juguetes en mano de otros? ¿Un dibujo? ¿Un mero boceto de comic que produciría risa en manos del niño prodigio? ¿Un juguete en manos de ese niño prodigio que se quema a lo bonzo? ¿Acaso somos un museo de piezas imposibles? Nos mueven con hilos finísimos y nos hacen hacer lo que quieren ver que hagamos. El mundo del hoy. Realidad distópica sí, pero como la ecuación de Alex Moya y Julia Godigo plantea que lo real es irreal, nada escapa de esa matemática.
“Picnic on the moon” es un tableau vivant (pintura viviente) donde dos astronautas pisan la luna y posan en ella emulando una composición pictórica. Un entretenimiento. Un icono inter-temporal. He aquí la paradoja en los primeros segundos de “Picnic on the Moon: La semana fantástica del Corte Inglés.
Un trabajo que fuerza al espectador al placer -ya casi olvidado- de la contemplación y sobre todo, a hacerse preguntas como ¿dónde lo real?