
Se estrenaban en Conde Duque dos textos teatrales en formato de lectura dramatizada, el primero a cargo de la compañía Pasionarte y sobre el drama de los refugiados sirios, y el segundo, producido por la compañía Teatro del Alma, en torno a esa intelectual pionera del feminismo que fue Mary Wollstonecraft. Los dos relatos fueron una bofetada a nuestras conciencias ante la falta de sentido de la justicia y la decencia; uno a partir de esa diáspora de la vergüenza en la que actualmente viven millones de personas obligadas a huir de sus propias vidas; y otro sobre la desigualdad de género, que atravesaba el tiempo desde el siglo XVIII hasta nuestros días sin apenas perder un ápice de intensidad en su denuncia. Sí, Ellas Crean lamentablemente sigue siendo necesario
La versión dramatizada que firma Alexandra Fierro, “Mi dulce tierra”, nace de la escritura del palestino Amir Nazir Zuabi, en cuyos renglones ya habita una herida y una hermosura extrañas. Se cuenta la historia de una pareja siria exiliada por culpa de la guerra, esto es, la tragedia de los refugiados y sus posteriores generaciones a partir de su llegada al falso paraíso occidental. La protagonista, interpretada por una enorme Nur Al Levi, emprende lo que aparenta ser un viaje en busca de su amado, pero que en realidad es la búsqueda de su propia existencia, de su propio ser. Los exiliados son fantasmas, porque nadie puede existir sin pasado, sin tierra. Todos ellos se enfrentan a una lucha interior dolorosa, constante, que el caso de la protagonista de este monólogo, una mujer germano-siria, la lleva a enfrentarse irrevocablemente a sus raíces. Ello es así porque en suelo europeo no tiene sombra, no es nada, viajando a Siria y Jordania para encontrarse.
Allí la protagonista asiste en primera persona a esta lacra de nuestro tiempo que es la guerra, los campos de refugiados, la vida en una constante espera… Se dice a mitad de la obra: la gente espera y vuelve a esperar, y sigue esperando para después esperar, esperar, esperar… esperar que alguien no les olvide. Y que el sentido de la justicia, la dignidad y la decencia se imponga en esta sinrazón humana. Y es que el texto acaba colocando al público, no ya ante el horror de este drama, sino ante la vergüenza que todos sentimos por nuestra impotencia, en unos casos; por nuestra pasividad… siempre.
La interpretación de Nur Al Levi abre todo un mundo de emociones, una veces hablando en primera persona, otras en tercera y, finalmente, también, estimulando un diálogo abrasivo e interior en los espectadores. Su recitado es medido, pausado, perfecto… hipnótico, quizás por todo lo que se cuenta, con toda seguridad por su sublime y poética dramatización.
Esperanza Pedreño, convocada para dar vida a la otra protagonista de la velada, Mary Wollstonecraft, continuó con esa excelencia interpretativa echando mano de otros códigos. Uno de ellos, se entiende que por deseo de la autora del texto “Mary para Mary”, Paloma Pedrero, es el humor, no tanto para denunciar o reivindicar lo que la escritora de “Vindicación de los derechos de la mujer” nos legara –ya se sabe que lo cómico es una gran herramienta para hurgar heridas- como para que su mensaje cale más hondo y de manera definitiva.
El monólogo de Pedrero y su Teatro del Alma nos sitúa ante una Wollstonecraft, primero, encarando una conferencia ante el público y, después, dialogando con su bebe, Mary Shelley, con la que reflexiona sobre la desigualdad de género, las pretensiones de poder de unos frente al anhelo de igualdad de las otras, sobre el carácter democrático de la amistad como valor que debiera imperar en todas las relaciones, porque las iguala todas. Resulta sorprendente el pensamiento lúcido y visionario de esta mujer de 1759 que -lo recordaba Pedrero- cuando se le preguntaba de pequeña qué quería ser de mayor ésta respondía: yo quiero ser soltera.
En la obra se menciona que se casó con el filósofo William Godwin, con el que tuvo a la autora de Frankenstein, Mary Shelley, y a través del cual se subraya lo dicho: en las relaciones de pareja es necesario ser primero amigo y después amante. La versión teatral de Paloma Pedrero se apoya en una escritura ligera y afilada, chispeante y reflexiva a la vez, pues la desigualdad de género descubre argumentos de denuncia a la vuelta de cada frase, de cada palabra, de cada aliento… con una vigencia que asusta.
Wollstonecraft murió a los pocos días de dar a luz a su hija y ése es el final elegido por la dramaturga, echándole el telón con una imagen igualmente cargada de simbolismo y poesía, con ese escenario del Teatro Conde Duque en negro y esa luz cenital iluminando la cuna de Shelley… el futuro en pañales, la esperanza en un bebé… y ahí seguimos, Mary, soñando el futuro acostados en una esperanza que no acaba de despertar.
La introducción de la obra cuenta con el escritor Fernando Marías, quién, según contaron ellos mismos sobre la escena, fue el que sembró la semilla de Mary Wollstonecraft en el suelo de Paloma Pedrero y ésta, a su vez, la regó en la piel de Esperanza Pedreño, que una vez más liberó la excelencia y autoridad de su oficio interpretativo mediante un papel que ya es suyo por derecho propio… ¡si hasta se llama Esperanza!
Dos nuevos textos teatrales estrenados en Ellas Crean y el Teatro Conde Duque, dos nuevos textos que ya quedan fijados en la memoria permanente de todas y todos.