Hace ya algunos años, un intenso movimiento de renovación de la escena electrónica local se instaló en la voluntad creadora de algunas y algunos artistas jóvenes. Una de las consecuencias más notables fue la revitalización del catálogo musical más o menos pop y la confraternización, sin precedentes, de los materiales de sus diferentes cunas. Muchos de los mejores hallazgos sonoros de aquel momento se han incorporado de forma natural a la música actual.

Una de las propuestas importantes de las generaciones más recientes es la de CARLA , una artista catalana que, después de su fantástico debut discográfico de 2016, «Night thoughts», reapareció el pasado año con el álbum «Kill a feeling. Sus elegantes canciones se han escuchado ya en escenas de Portugal y Dinamarca, además de hacerlo en el Primavera Club, y anoche sonaron, por vez primera, en la sala Clamores de Madrid. Un sugerente muestrario de perfiles melódicos que adornan la escena electrónica actual, y que, en su momento, enamoraron a Tomás Fernando Flores, responsable del radiofónico siglo XXI, o lo que es lo mismo: el espacio más importante de entre cuantos se dedican a divulgar esta música en los medios.

The Sey Sisters: Inseminación cultural de Ghana

Poco después, Clamores recibía en su escena a The Sey Sisters: Música de origen africano en el exilio. Canto forastero que superó en su momento los diques del visado, y creció entre nosotros. Inseminación cultural de otros conocimientos, de otras vidas. Todo esto y mucho más es lo que se muestra al público en los batalladores recitales de estas tres hermanas de origen ghanés.

Hay anotaciones avanzadas en sus canciones, se presume algo de tradición también y, sobre todo, música negra sin demarcación territorial. Su espectáculo es otra de las valiosas referencias del canto africano que se ha sembrado en nuestra tierra, y otra hazaña que añadir al interesantes capítulo de la afirmación artística de unas intérpretes que no son visitantes, que están fijando con nosotros los pilares de la historia futura de una sociedad que también les pertenece, y que hace tiempo dejó de ser monocolor. Y todo ello impregnado de historias que abogan contra la injusticia, en favor de los derechos humanos y por una esperanza verdadera en el futuro, sin discriminación de raza ni de género.