Taiat Dansa
Foto: Daniel Garcia-Pablos

TAIAT DANSA / NO HALF MEASURES
Domingo 13 de marzo 
Museo Lázaro Galdiano


Un libro dentro de un libro (metalenguaje) en una película dentro de una película (metacine) con una historia dentro de la historia de otra historia (metahistoria). En el arte toda sucesión es posible. Aquí podríamos introducir que si la metapintura es el arte de pintar un cuadro dentro de otro cuadro, la metadanza es el arte que nos propone No half measures. Todo un análisis autorreflexivo de la compañía. Un autorretrato colectivo donde el público también interactúa. Porque ¿qué requiere la danza por encima de todo? Un cuerpo en movimiento. ¿Qué requiere el cuadro expuesto en un museo? Inmovilidad. Entre estos dos esquinas, movilidad e inmovilidad, se mueve Taiat Dansa.

Descontextualizando el espacio y bajo el acertado epígrafe de Danza en los museos, no pudo tener mejor cabida esta pieza que en los jardines del Lázaro Galdiano. Así, sin medias tintas, como parece rezar el título, Taiat Dansa gira la rueca y da movimiento a lo inmóvil que hay en la escultura de dos cuerpos bailando que acaban de caerse de un cuadro. Lo pétreo del cuerpo escultórico se vuelve maleable y dialoga con otro cuerpo. Dos bailarinas, Diana Huertas y Laura García Carrasco, reactivan la piedra con la que fueron talladas y la convierten en carne lanzada al público. El público recoge.

Más cerca de la instalación, Taiat Dansa pretende profundizar así sobre la identidad de la danza. También sobre la identidad de la mujer, visibilizándola. El cuadro está servido. Un cuadro en 3D y al aire libre donde dos cuerpos de mujer dialogan como mejor saben, con su cuerpo. Toda una experiencia estética ver estas esculturas en movimiento pintadas de negro con sus dos rostros, sus cuatro pies y sus cuatro manos en constante movimiento, moviendo el espacio para acotar miradas. Como esa mano del pintor pintando su propia mano. Todo un diálogo de retratos.

Miro el público. Siento que hay en esta instalación algo provocador con el público. Ellas, que han salido del cuadro, en el nuevo espacio se mueven libres, actúan mecánicamente, colisionan, y en ese acto perturban a un público que, atónito, las observa petrificado, enmarcado en otro cuadro. El público al final es ese cuadro sin movimiento retratado por algún artista, y ellas son el público que con libertad de movimiento observan ese cuadro que es el público. Identidad propia de las bailarinas observadas pero también identidad propia del público que mira. Observante y observado. Una mirada para educar la identidad colectiva de la propia mirada mirada. He aquí la mencionada metadanza. Siempre se encuentra algo enigmático, perturbador y performático en el prefijo meta. Algo que desencadena en la transmutación. Y aquí, público y artistas transmutan. El uno se coloca en el cuerpo del otro. El que no tiene movimiento toma el movimiento y el que lo tiene se petrifica dentro de ese marco. Mutuamente se autorretratan. Así, las observadas entran en sueños de los observantes y a su vez, en sueños dentro de esos sueños.

Bajo una música a veces experimental y con movimientos vanguardistas, No half mensures reflexiona sobre su comportamiento según estén situadas en uno u otro espacio. Invita al público a reflexionar, mientras la una plagia el movimiento de la otra, como una sucesión genuina frente un espejo dentro de un espejo y donde la una completa el hueco de la otra, Dentro de ese cuadro o fuera de ese cuadro, estamos más allá de los límites del arte. ¿Estamos ante el arte infinito?


Nuria Ruiz de Viñaspre

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