Ana Morales y Pablo Martín Caminero

Ana Morales
«Extractos en la cuerda»


Todos somos funambulistas en esta vida. Todos transitamos sobre una cuerda floja haciendo malabares con nuestras existencias. Nos aterra caer al vacío, aunque no conozcamos qué hay dentro del vacío. Y si un funambulista, para no caer a ese vacío de la inexistencia, mide en la cuerda floja de la vida un algo y su contrario para tomar decisiones, Ana Morales demostró en esa misma cuerda que hay leyes que rigen el equilibrio y el desequilibrio. Un conflicto de opuestos donde con el único lápiz de su cuerpo, lápiz rojo de corregir heridas, nos dibuja un todo y su contrario, el deseo y la razón, lo finito y lo infinito, lo efímero y lo duradero. Una conversación intercorporal entre ella y Pablo Martín Caminero que caminan ya sin cuerda por los riscos del lenguaje sosteniendo como única vara esas ideas de madera. Su contrapeso era la cuerda frotada de un contrabajo.

Extractos en la cuerda nos habla del riesgo. Sabemos que la expresión “estar en la cuerda floja” es sinónimo de inseguridad, de miedo, y bailar en la cuerda floja, es un triple salto mortal. El más difícil todavía al que se atreve esta volatinera experta que nos muestra sus habilidades en el aire aumentando su momento de inercia, parámetro donde inicia el recorrido de esta teoría aristotélica de los opuestos, sin la cual, sería imposible entender al ser humano, su antropología.

Morales sabe que en nuestro lenguaje existen los opuestos, razón, sinrazón, finitud, infinitud, verdadero o falso, mente y cuerpo… Ella exhibe en el escenario esa lucha de contrarios a la que tanto aludía el psicoanalista Jung, con los arquetipos de aquel Yo consciente (el inconsciente colectivo, el que mostramos al otro, el social), y el subconsciente (el inconsciente personal, el verdadero yo sin tapujo alguno, pero siempre agazapado en la sombra por miedo al rechazo). Lo que se atreve a hacer uno y lo que sería capaz de hacer otro. Nuestras vidas son pequeñas colecciones de opuestos, pero la bailaora también sabe y así lo dice su cuerpo, que la naturaleza está exenta de todo esto, no existen ranas verdaderas y ranas falsas. O ranas a los que les preocupe la muerte o el futuro de la muerte. No existen árboles morales y árboles inmorales. El humano sí vive estas contradicciones, por eso, tomar una decisión significa trazar en cada paso de baile una frontera entre lo que se elige y lo que no se elige. Y eso es justo lo que hace Morales en la cuerda floja -a veces tensa-, decidir entre lo uno y lo otro.

Es curiosa la percepción que tenemos de las cosas, si tuviéramos que caminar por una delgada línea pintada en el suelo, con la percepción de que a ambos lados hay suelo, no dudaríamos en cruzar ni en mantener el equilibrio. El desequilibrio llega cuando no percibes el suelo a ambos lados. Nuestra vara de madera son nuestros miedos. Si miramos hacia abajo nos aterra nuestro propio abismo. Solo ahí tomamos conciencia de la caída. Ese es el verdadero vacío que Morales cose a golpe de baile de émbolo y de cuerdas de contrabajo. Ella transita por las cuerdas de Martín Caminero equilibrando los opuestos que inundan su cabeza. La firmeza de su erguido cuerpo y la determinación de sus pies alados nos invitan a cruzar la cuerda sin necesidad de percibir la salvación a ambos lados. Morales nos insta a sacar muestra que la salvación está la capacidad de decidir. Por eso siempre hay que subirse al alambre y afrontar nuestras debilidades. Asomarse al abismo.


Nuria Ruiz de Viñaspre

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