LUZ ARCAS – CÍA. LA PHÁRMACO "SALVE" (EXTRACTO DE LA OBRA TONÁ)

Luz Arcas «Toná».

Pese a que mi visión del mundo sea religiosa,
yo no creo en la divinidad de Cristo.

P.P. Pasolini.


Las cosas y las gentes están sacralizadas. El sistema está sacralizado. La sociedad está sacralizada. Somos un producto que funciona dentro de un sistema capitalista y jerarquizado. Somos la histérica sociedad que clama la muerte y después la niega. La misma sociedad que la llora poseída a sus pies dolientes y crucificados, pasea su fe ciega por las calles silenciadas como una comitiva de rituales paganos y después la esconde. Pero en Toná, Luz Arcas la revela, le da espacio y la celebra. Ella es el acto de insumisión cuya única misión es la no misión de ese sistema. Y así, en un acto de resistencia, de resiliencia, ella nos relata otro plan intermundi. Arcas se retira de esa histeria domesticada con un baile de máscaras tribal y primigenio y nos induce a otro mundo sin extremos ni fe ni clavos que nos aten, que desaten, pero más humano, más de carne desatada. Aquí no hay individualidades, hay individuos, y cada uno, cada una era única dentro del trío que formaba entre lazos y flores con Luz Prado y Lola Dolores. Era la fusión étnica venida desde antiguo, pero con final reinterpretado. Ella le ha quitado la máscara al miedo y baila con su cuerpo catártico a la muerte.

La coreógrafa -a veces con tintes preciosamente gamberros- llena de otro fervor el escenario. Una vuelta a su infancia hoy reinterpretada que llena de festividad y del propio espíritu del folclore. Ella habla de la muerte con respeto porque respeta el miedo antiguo, pero aquí Arcas la celebra. Está celebrando la muerte. Celebra el folclore de la muerte como celebra la vida, porque ella es la celebración de lo negro, de la muerte, del llanto, de la virgen. Ella es otra virgen. La campesina con sentido de comunidad. La mujer tribal. La niña fotogénica del pueblo indígena que deshoja nuestras máscaras de cemento y de alquitrán varado.

Con sombrero negro que me lleva a los verdiales y colores en el tinte negro de unos paños que engalanan, Luz se apropia del concepto de lo sacro y lo convierte en otra cosa que fusiona al ser humano y a Dios mezclando la cultura popular, los ritos y las creencias primitivas. Arcas, la santera de sangre, pelo y fuego se fusiona con la naturaleza primera, con la vivo y lo no vivo, adquiriendo multitud de formas en su evolución y partiendo de la fuerza de su cuerpo extenuado. Su cuerpo, que es su territorio, está lleno de respuestas.

Reflejo, denuncia o reinterpretación. Todo a través de su mirada multidisciplinar, así es como consigue Arcas encañonar nuestras férreas mentes, redirigirlas. Un Nuevo Testamento esta pieza sacra de sonidos humanos que confiere a través del cuerpo un nuevo vigor al verbo cristiano. Para Arcas, todo lo cristiano es humano, es carne, es bandera y a la vez es nada. Porque una bandera cuerpo a tierra no es bandera, es telar. Por eso luce la festividad de la muerte en ese paño. Y dando honor a su nombre colorea el negro y el luto que raya lo blasfemo para el acérrimo creyente y el sectario.

Sabemos que un yugo es un instrumento para unir dos bueyes a una yunta. Una pieza de madera que se ajusta al cuello de los animales para tirar de ellos. Pero también es carga pesada, prisión o atadura.  Dominio u opresión que una persona ejerce despóticamente sobre otra. Así comienza la Toná de Luz Arcas, con un yugo sobre la espalda, cargando lo ancestral y bienquerido, pero girando la rueda del destino y haciendo de ese yugo otro instrumento que celebre lo ligero.

Alejada pues de antiguas narrativas, de supuestos consabidos, pero con memoria de niña y esa misma fe en un mismo ojo, la coreógrafa nos propone otra mirada. Su mirada es una ventana sin márgenes a la que todos podemos asomarnos. Estamos ante el milagro de creer sin creer. Ante el milagro del color como esa explicación inocente del misterio real del ser humano. El simbolismo del milagro despojado de su cruz más teológica. La revelación del milagro concebido como magia no como dogma.

Luz es la luz indomesticable. La litúrgica vanguardista a la que sumarse. Otra arquitectura religiosa, la revuelta de los ancestros de la ciudad histérica.

La insumisión como misión
Nuria Ruiz de Viñaspre


 

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