Sábado 14 de marzo 20:00 y 21:00 h. – 5€ general – 3€ reducida – www.entradas.com


En un momento de esta ‘Ifigenia peep show’, los espectadores siguen lentamente, por las oscuras bóvedas de Conde Duque, el cortejo que abre la sacrificada sombra de Ifigenia, una cuna cubierta con un velo blanco (que es a la vez cuna y tumba, principio y fin, dolor y esperanza) y que cierra su doliente madre, Clitemnestra, vestida de riguroso luto. Todos siguen una luz en el suelo que marca el camino en la penumbra de la sala. Es como una procesión fantasmal que ocupase un templo olvidado, una ceremonia en la que espectadores, actores, títeres y espacio escénico se han fundido en un todo. Un momento mágico en que, en medio del silencio, el cortejo tiene una sola respiración, lleva el mismo ritmo lento y cadencioso. Es un ejemplo perfecto de lo que Ale Prieto, la directora de esta Ifigenia, quería poner en práctica con este montaje, el llamado ‘teatro de inmersión’. El público, en grupos de solo 25 personas, recorre las bóvedas de Conde Duque formando parte este espectáculo irrepetible.

La sala de bóvedas del Conde Duque acogió, en el marco del Ellas Crean, esta ‘Ifigenia peep show’ de la compañía The widged cranes, cuya producción ha apoyado el propio centro cultural. Más que un montaje, una pequeña joya teatral reluciendo en medio de las bóvedas, iluminando la oscuridad del mito con la mirada desprejuiciada y anti solemne de las nuevas creadoras. Una joya compuesta a su vez de pequeñas miniaturas: cajas que esconden paisajes cotidianos o ceremoniosos, proyecciones de textos inquietantes, sombras chinescas, títeres casi humanos…  Su buena acogida ha hecho que el espectáculo fuera prorrogado dos días más, viernes y sábado, en dos sesiones, 20 y 21 horas.

Antes, tras descender por las empinadas escaleras de entrada a la sala de bóvedas de Conde Duque, el espectador ha entrado en un espacio tenuemente iluminado donde le esperan varias cajas de madera con unas incitantes mirillas. En su interior, puede contemplar desde un pequeño espacio doméstico hasta escenografías solemnes, misteriosas, como la casa del oráculo, con su severa profecía escrita. Pero, en todas, la amenazadora presencia de los grandes hombres, que simbolizan las palabras y las ideas por las que se sacrifica a las mujeres desde tiempo inmemorial.

Ifigenia, la hija de Agamenón, fue sacrificada por su padre a los dioses para conseguir que los vientos le fueran propicios y proseguir su camino por mar hacia Troya, hacia la victoria que le haría poderoso. Ese sacrificio injusto de Ifigenia en nombre de conceptos más o menos evanescentes ha suscitado la atención de numerosos autores además de la versión de referencia de Eurípides: Racine, Goethe, una ópera de Gluck  o la obra de la poco conocida en España pero brillante escritora venezolana Teresa de la Parra (cuya ‘Ifigenia’, publicada en 1924, es un hito de las letras hispanoamericanas, y una temprana reivindicación de feminismo literario), referencias todas por las que ha transitado Ale Prieto para construir esta denuncia de los sacrificios cotidianos que sufren las mujeres.

La pasividad de la mayor parte de la sociedad, que observa estos sacrificios, estas injusticias, sin reaccionar con la contundencia deseada, es también denunciada por medio de la referencia al peep show, al espectador que mira sin ser visto, que consume escópicamente, movido por una curiosidad pasiva, o simplemente por el morbo, sin que medie una reacción ética. Históricamente, el concepto de  peep show se refería también a cajas como las que el espectador se encuentra en el inicio de esta Ifigenia. Pero la mirada se ha degradado con el tiempo, y en el presente esta Ifigenia se pregunta por la posibilidad de una mirada ética sobre los seres humanos -especialmente sobre las mujeres- sobre los sacrificios, sobre las tragedias que en muchas ocasiones alimentan visualmente nuestra cotidianidad sin llegar a traspasarnos.

No en vano la otra gran víctima, junto a Ifigenia, es otra mujer: su madre, Clitemnestra, la esposa de Agamenón, a la que se da vida en el montaje utilizando la técnica japonesa del bunraku, donde muñeco y actriz se mueven a la vez, sin que sea posible discernir donde acaba uno y empieza otra. La Clitemnestra doliente es otra víctima femenina de la tragedia de Ifigenia; el ámbito de lo cotidiano, de lo íntimo, y con ello, el ámbito de las mujeres, es arrasado sin miramientos en nombre de conceptos abstractos como el honor o la victoria. El dolor quedará en el corazón de Clitemnestra, que tampoco será bien tratada por la posteridad de los mitos y será presentada como una mujer vengativa y engañosa.

A pesar del calibre de la tragedia, la sutileza de la puesta en escena, el uso de diferentes técnicas teatrales y lenguajes, la utilización del juego y de una poética artesanal muy especial, introduce distancia, ironía y una cierta ingenuidad que propicia la reflexión y aleja el peligro del tremendismo; un tono que conviene a esta fábula moral sobre el ejercicio de una mirada ética.

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