DÁCIL GONZÁLEZ y CARMEN FUMERO. MUTABLE - Museo del Prado

Fotos: Elena Quintanar

Paisaje en movimiento

Nuria Ruiz de Viñaspre

Cuando se abre en la mañana.
roja como sangre está.
El rocío no la toca
porque se teme quemar.

 La rosa mudable F. G. Lorca


Atentamente observadas por las musas Clío, Terpsícore, Calíope, Urania, Erato, Melpómene, Polimnia, Talía y Euterpe, tres cuerpos más mudan, mutan y dialogan en la concéntrica sala del Museo del Prado. Saltan así por los siglos porque la vida muta a cada instante y con ella nosotras. Como si esa vida fuera una gran esfera detenida y nosotras agujas en constante movimiento. He aquí el estreno absoluto de un vocablo: Mutable. Adjetivo que nos recuerda que todo está en constante movimiento. Palabra que viene del latín mutabilis y que nos dice que incluso esa misma palabra puede cambiar en cualquier momento. Esos y no otros son los componentes léxicos de tres cuerpos en movimiento, Dácil González (Premio Nacional de Danza 2019), Carmen Fumero y Aurora Arteaga, todo un trío de esperanza en el esférico tiempo detenido que vivimos. Ellas son como un objeto permanentemente mutable, transformable, moldeable y modelable. Son todo lo que siempre soñamos dentro de otro sueño mutable. Y sin embargo, qué difícil pretender encerrar en una pieza la defini­ción de ese algo imprevisible e irrepetible. Dácil, Carmen y Aurora lo consiguen a través de algo tan vivo como la danza y la voz, entregando en esta pieza toda su capacidad para regenerar lo detenido, darle vida, concurrencia, aceleración o deceleración.

Patente queda en este espectacular trío heráclito, ese todo fluye, todo cambia, nada permanece. Ellas son flores que crecen hacia arriba. Y cuando una flor florece es porque se reúnen todas las condiciones para que florezca. Cuando una hoja cae es porque se reúnen todas las condiciones para que caiga. Nada florece ni cae por sí solo, ya que florecen y se marchitan por una serie de condiciones. Mutable existe porque ellas reúnen todas las condiciones para que existe. Bailan lo que existe y en esa danza proponen que el todo de su tallo está también sujeto a cambios. Principio eterno e inmutable, ley de la mutabilidad. Ver permanencia en lo mutable sería un gran error de percepción, y esta obra habla de la percepción. La falta de permanencia es una realidad esencial y este trío sabe que lo mutable está presente incluso en las piedras

Como si fueran mujeres plateadas que se miran en un espejo, ellas se plegan, se transmiten la vida en movimientos, se miran, se completan bajo una música extremadamente idónea donde el silencio también es música. La voz aquí también es mutable y esta en constante cambio… Es por ello que la inclusión del tercer cuerpo de la cantante y compositora Aurora Arteaga, como si fuera el canto lejano de una ballena, amasijo de voces superpuestas a veces y que me llevaba a la Sequenza III de Berio, manteniendo aspectos de la vida cotidiana vocal, incluyendo trivialidades…, se convierte en letanía imprescindible que inunda la sala mientras dos cuerpos per-siguen ese canto y forman en ese perímetro en movimiento una solo arquitectura. La arquitectura de lo mutable.

El compositor Luciano Berio mantenía:

La voz conlleva siempre un exceso de connotaciones, sea lo que sea que esté haciendo. Desde el más grosero de los ruidos hasta el más delicado canto, la voz siempre significa algo, siempre refiere más allá de sí misma y crea una gran variedad de asociaciones.

Mutable (que esconde también un interesante algo de meditación, incluso un intento de exorcizar lo quieto) tiene mucho de esto, se intuye fácilmente que hay una gran investigación detrás con la voz y los cuerpos. En ese cuadrado las bailarinas y la cantante se mueven de un modo natural pero muy arquitectónicamente, ya que en cuanto hay un cambio de velocidad, dirección o ritmo, un cambio de viento, es porque hay otra fuerza que actúa sobre el objeto-cuerpo primero. Considerando un cuerpo quieto, cuando se le aplica otra fuerza, (donde incluyo el sonido), este se acelera, decelera. En pocas palabras, el objeto-cuerpo pasa así de estar quieto a moverse lento, rápido o extremadamente rápido. En esa entrada lenta o en esa salida lenta, el objeto-cuerpo comienza a moverse a la velocidad del otro, teñido por el nuevo golpe de aire. El cuerpo es el émbolo del otro. Como si fueran masas líquidas liberadas. Este hecho también es muy constatable en la voz de Arteaga, voz que sube y baja de los pies a la garganta y se va por los resquicios de los huesos del otro. De nuevo, la vida, pues el día a día está repleto de aceleraciones, deceleraciones, frenadas, arranques… Paradójica ley de la mutabilidad en una sala con nueve musas detenidas que no dejan de desplazar su mirada. Ese y no otro es el principio absoluto que nunca cambiará. Lo inmutable de la mutabilidad.

Sobre el escenario es fácil imaginar la admiración que Dácil González siente por Carmen Fumero y viceversa. Lo más interesante de ese asombro mutuo, de su complicidad, es la idean confluyente y concluyente que cada una tiene de lo que un cuerpo en movimiento le hace a otro cuerpo en movimiento. Miradas teñida desde un mismo lugar y un mismo espacio: la resistencia y el compromiso. Su pretensión –lejos de toda pretensión– es impregnar nuestro imaginario de movimiento y acción con su propio imaginario. Poliédrica obra donde la percepción dependerá del ojo que lo mire. Por cada ojo, una perfección. Interesante que nos inviten a esta reflexión, porque ¿dónde la apariencia y  la realidad de cada quien? Rellenar el hueco, ese íntimo resquicio que está siempre a la espera de ser completado, pero que una vez completado, se quiebra en mil pedazos saltando por los aires partículas también en un constante movimiento que impregnaran a otras.

Llega el final, final que también está sujeto a la ley de la mutabilidad. Allí ríen, se tocan, se aceran, se arrinconan en un divertimento, bailan bajo una multiplicidad de voces y entretienen el movimiento de sus cuerpos en esa salida lenta.
Las estrellas avanzan / mientras los aires se van (F. G. Lorca)


CALENDARIO
tweets en ‎@EllasCrean