Gravity 0º

Fueron tres coreografías dispares, pero que al final de la velada acabaron reconociéndose en una misma emoción. Avatâra Ayuso presentaba por vez primera en España “Evidencia”, un dúo inspirado en distintos elementos del Barroco; Lucía Marote propuso una revisión más de su “Downtango”, abrazada al suelo; y Jean Phillippe Dury colocó a la bailarina Valentina Pedico ante el abismo de una tragedia biográfica, la de Teresa Catalán, la compositora de este “Weightlessness/Gravity 0º” que se estrenaba mundialmente. Tres historias, tres corazones y una misma emoción.

La directora de AVA Dance Company ha viajado hasta el periodo Barroco para inventar una coreografía con estéticas y conceptos dispares, que ha sido reconocida con una nominación a los premios nacionales de danza del Reino Unido el año pasado. Sitúa el medio del escenario a las bailarinas Ommaira Kangas y Bárbara Astorga, metidas en papeles de época y cargadas de razones técnicas poderosísimas. Y de elegancia, que se mueve entre el clasicismo de sus pies y la modernidad de sus manos. Una obra de gran lirismo y sensibilidad, que debiera enseñarse en todos los conservatorios de danza.

Seguidamente le tocó el turno a Lucía Marote, una guerrera valiente que piensa y sueña de manera distinta al resto de los mortales. Su “Downtango” está lleno originalidad y descaro, maridando la urbanidad de su danza con el lenguaje arrabalero del tango. Ya se sabe que la sensualidad de esta música reside en los pies, y por eso, quizás, Marote haya decidido subrayarlo bailando a ras de suelo, en dúo con la brasileña Poliana Lima. Todo sucede sobre la tarima del Teatro Conde Duque y tan sólo permanecen de pie al inicio y al final, para recoger los aplausos. Los planteamientos coreográficos de estas dos “gardeles” se antojan imposibles y nos emplazan ante una danza extraña que todos acabamos sintiendo muy de cerca.

En último lugar comparecía Valentina Pedica para interpretar un solo ideado por Jean Phillippe Dury a partir de una vivencia de la compositora Teresa Catalán, una tragedia personal en la que la gravedad lo ocupa todo. Afortunadamente, aquel episodio verídico acabó con final feliz, como el de esta coreografía que se estrenaba en Ellas Crean. La obra, dedicada a la hija de la autora, arranca conceptualmente en el negro de un túnel que no parece tener final, pero al que el destino termina cambiando.

Todo estaba encima del escenario; Teresa Catalán introduciendo la obra en un recitado callado y conmovedor; la oscuridad y todos los colores de la luz; y el cuerpo de Valentina Pedica protagonizándolo todo. La coreografía está permanentemente en el alambre del abismo, por la danza imprevisible de Pedica y por la música majestuosa de Catalán, “La danza de la princesa”, grabada por la Sinfónica de Euskadi. La bailarina se mueve en torno a una bañera y nos traduce con movimientos el sufrimiento de la ausencia de gravedad, su dolor y la persistencia de ese destino que estaba condenado a ser feliz. No podía ser de otra forma.

Valentina Pedica acaba llenando de tierra y colores la escena, para acabar frente a un espejo en el que todos deberíamos mirarnos, para no perder la esperanza, para no olvidar que mientras haya reflejo… hay luz y vida. Gran honor el de Conde Duque figurar a partir de ahora como sede de este estreno absoluto a cargo de la compañía Elephant in The Black Box

El festival Ellas Crean sigue dando respuestas a tantas preguntas e incertidumbres de este convulso tiempo en el que vivimos.

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