Aviso a navegantes: el «Omega» de Morente es una obra cumbre dentro de la música popular de nuestro tiempo, un monumento musical irrepetible, inigualable… perfecto. La comparecencia, pues, de Mariola Membrives en Conde Duque y el festival Ellas Crean no trataba de prolongar aquella joya discográfica, sino de vivir en ella y entregarnos nuevos sentimientos, nuevos aires, nuevas palabras. Su proyecto «Omega 20.16» es la primera y única recreación de aquel sueño «morentiano», liberado ahora en la voz y el pensamiento de esta cantante y creadora cordobesa con evidentes gestos jazzísticos. Hay que ser muy valiente para enfrentarse al «Omega», pues hay mucho que perder. Pero Mariola lo es y encima tiene talento, no sorprendiendo que al final de la velada el público que abarrotaba el Auditorio Conde Duque regresase a sus hogares satisfecho, feliz, arrebatado, pues hoy ya queda claro: otros Omegas son posibles.

La cantante inició su recital con el homónimo «Omega», acompañada de un tocaor que es guitarrista, Oliver Haldon, esto es, tiene muchas músicas en la cabeza. También escoltada por un trío de jazzistas de ley, el trompetista David Pastor, la contrabajista Giullia Valle y el baterista Guillermo McGill; una terna de capitanes son poderosas razones jazzísticas que acabaron cimentando la personalidad sonora del proyecto. Y si Pastor agita más que nadie los aromas jazzísticos, Valle acaba siendo también feliz protagonista, por la complicidad musical y estética con Mariola Membrives; por momentos, ellas dos solas parecían estar haciendo otro concierto.

Mariola ha prendido su sensibilidad en el alma de Morente, pero no ha dejado de ser nunca ella misma. Sabe que Morente es Dios y ella una mujer que pisa la tierra. Ello no impide, al contrario, que en su semillero hayan crecido nuevas flores musicales de mucho valor, de mucha verdad, con una voz que a veces acaricia y otras -ahí sí, emulando al maestro- con desgarros vocales que eran latigazos sonoros interrumpidos bruscamente.

La noche continuó con las versiones de «Sacerdotes» y «Niña ahogada en el pozo», para en el medio del recital, interpretar, a dúo entre Mariola y Giullia, el hermosísimo «Pequeño vals vienés» y un gigantesco «Aleluya», con Cohen sonriendo desde el cielo; fueron dos de los temas más contundentes, por lirismo, por expresividad, por ejecución…Luego le tocó sonreír a Lorca, cuando la cantante encaró «La aurora de Nueva York», y a Morente, cuando remató la velada con ese «Ciudad sin sueño», que efectivamente, nos dejó sin dormir a nadie, ante tanta misterio musical y tanta magia creativa concentrada en el escenario.

El público acabó aplaudiendo a una, a lo que Mariola respondió con otro regalo, «Manhattan (FIrst we take Manhattan)» y la felicidad fue plena. La de Lorca, Cohen y Morente, La de Mariola Membrives. Y la nuestra.

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