Lección magistral de la vocalista iraní Mahsa Vahdat, en su puesta de largo en Conde Duque.

Luminoso y sobrecogedor recital el brindado anoche por la cantante Mahsa Vadat dentro de este gran ciclo de cultura hecha por mujeres. Ellas Crean es uno de esos festivales cuya programación siempre ha dejado muy claro que su cosmos aural no tiene por qué ser exclusivamente eurocéntrico, y por eso en estos días -y en equivalencia con este concierto- se desarrolla en Conde Duque un acercamiento entre el enfoque de diferentes fotógrafas de Irán y España, que, con el título «Miradas Paralelas», tuvo ya prolongación teórica en un animado debate producido en el pasado 11 de marzo.

 

Reflexión desde las ideas

Mahsa Vadat ha representado ante el mundo la vitalidad de una música que invita a la reflexión desde las ideas y los sentimientos, y en cada uno de los discos que, hasta el momento, ha publicado, hay constancia de este legado. Lo aprendió de niña en su Teherán natal y lo estudió después, pormenorizadamente, en la juventud para obtener una licenciatura en música.

En el repertorio con el que se expresa, Mahsa se abre a todos los estilos musicales de su país de origen, en su dimensión sagrada. Su propósito es abogar por la esperanza, por la paz y por el amor. Y así se pudo sentir en varias canciones elegidas para su impecable exposición. La artista cuenta para ello con una voz asombrosa, de amplísima tesitura, cuidado melisma y timbre majestuoso.

 

Un continuo «crescendo»

Le acompañaba un terceto instrumental enfaenado en Khanoon, setar y percusiones, y con ellos abordó un repertorio sin trucos ni artificios. Entre otras joyas, el escalofriante canto a voz sola que realizó en el arranque del recital. Y también el brillante solo de zarb (pandero sin sonajas) que realizó Ali Rahimi. Después, todo discurrió en un continuo «crescendo», sumando a cada instante entrega, capacidad de resolución e invitación a la escucha en recogimiento.

Así fue aclamada por todos los espectadores presentes en este extraordinario concierto, en el que, por añadidura, Mahsa multiplicó la emoción cada vez que frecuentó formas musicales que, a nuestros oídos occidentales, se hacían similares a las de nuestros romances medievales. En ellas se daban cita todas las músicas cosmopolitas que, desde la desaparición del régimen Jomeiní, su entendimiento es capaz de reconocer. Canciones que, en la distancia de la lengua, alcanzaban, sin dificultad, el corazón del público asistente.

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