Hay una emoción especial en el teatro, una manera de vivir la vida a través de historias ajenas que son las nuestras. Pocas disciplinas como la teatral nos sitúan en primera persona ante el espejo de nuestros sueños y nuestros miedos, nuestros deseos y nuestros demonios. El sábado pasado el Teatro Conde Duque le bajaba el telón por segundo lleno consecutivo al estreno de un nuevo texto dramático de Paloma Pedrero, Una guarida con luz, y todos nos sentimos en casa, en un hogar donde no hay escondite para nuestras miserias, pero en el que al llegar la noche todo se ilumina. Inspirado en una vivencia personal, en un infortunio médico que la llevó a vivir tres semanas en un servicio de reanimación, este nuevo texto de Pedrero es majestuoso y definitivo, pues en sus renglones están la vida y la muerte, está todo.

La voz en off e inmensa de la veterana María José Afonso guiando a los personajes encarnados en animales; la certera música de Jorge Fernández guerra subrayando la emoción sencilla de la tenue frontera que existe entre el la vida y la muerte; la sorprendente combinación de actores profesionales y amateur, reunidos en torno a la ONG Caídos del cielo, compañía teatral que lucha contra la exclusión social y que desde hace un año abriera su taller a refugiados e inmigrantes a iniciativa de la propia Pedrero; la colaboración de bailarines becados en la cátedra del Instituto Universitario de Danza Alicia Alonso, con coreografía de Levo Karatas… Toda la obra efectivamente es un reflejo descarnado de nuestra existencia, un ejemplo sublimado de cómo la cultura es la prolongación de nuestras vidas.

Refugiados llegados de Siria, Irak, Kurdistán o Camerún interpretan a una manada de perros que acompañan a una pareja de canes abandonados a su suerte tras la hospitalización de su dueña. Los papeles de los actores resultan conmovedores, que acaban siendo metáfora de nuestra sociedad, de un tiempo en el que los valores se diluyen y más que nunca necesitamos volver a reivindicarlos -una vez más-, porque la realidad se resiste, se malea, incluso contra todo lo que nos une y hace iguales. Audaz montaje el de esta gran dama de nuestro teatro porque, más allá de la excelencia artística, nos ha regalado un espacio para la esperanza y la convivencia.

En días previos un reportaje del diario El País nos acercaba la voz de uno de estos refugiados reconvertido en actor, un nigeriano exiliado llamado Eddy, cuya reflexión acerca de su participación en esta aventura teatral lo dice todo: “No hay ningún lugar como tu casa, pero esto es lo más parecido”. Y es que Paloma Pedrero lo que ha soñado y creado es una casa para todos: un hogar. Magnífico cierre a la programación teatral del festival Ellas Crean, al que ya le queda un cierre eminentemente musical, con la primera semana de abril dedicada enteramente a todas las sensibilidades sonoras que nos rodean, las de aquí y las de allí: las de todos.

CALENDARIO
tweets en ‎@EllasCrean