
Ambas cantautoras fueron las integrantes del apartado «Emergentes» del programa de conciertos de Ellas Crean
El festival Ellas Crean, en su apuesta por las jóvenes creadoras, vivió anoche una de sus jornadas más interesantes y reveladoras. Y no solo por la calidad de los proyectos que presentaban las cantautoras Núria Graham y Virginia Rodrigo, sino por su energía contagiosa y la increíble respuesta del público, que vibró con dos espectáculos bien diferentes, aunque idénticos en lo efectivo de la propuesta y en su incontestable calidad.
La primera en aparecer en escena fue Núria Graham. Barcelonesa, de Vic, 19 años de edad y un futuro por delante inequívocamente prometedor. Las canciones de esta artista nos llegan en idioma inglés, desnudas de artificios y con un desparpajo que pasma. Y, aunque los humores de Sheril Crow se cuelan en muchos de sus acordes, son, sobre todo, música artesanal. Canciones que convencen de principio a fin.
Sentimientos inmediatos
En ellas priman los sentimientos inmediatos, se desenvuelven con soltura magistral y, en muchísimos casos, la enamoradora voz de la cantante brota mecida por un arrullo de cadencias que se despereza en medio de un amable fraseo guitarrístico. Se trata de un respaldo inusual con el que Núria no busca localizar chispas innecesarias, y sí descubrirle el mejor brillo a su expresividad. En ésta, anidan ecos lejanos de aquella hermosísima melancolía que imprimía David Gilmour en las mejores canciones de Pink Floyd. Soberbia creatividad llevada con mano maestra, sutileza, inteligencia y buen gusto.
La apuesta arriesgada de Virginia Rodrigo
La de Virginia Rodrigo es la apuesta arriesgada de una artista rompedora que quiere dar su versión de todas las asignaturas que ya han aprobado las mujeres, al margen de lo que el mundo masculino opine. Su creatividad, que hace años fue conocida cuando ensayaba el concepto de «percuatora», se ha ido depurando a la busca de lo que Hendrix llamaba «The Experience». Cada actuación una experiencia irrepetible para organismos sensibles y pensantes: un instante, una vida. Una artista nata a la caza compulsiva del tiempo presente, sirviéndose de canciones románticas en un tercio del repertorio, en otro burlescas, y en el resto provocadoras.
Las percusiones de Virginia, bendecidas desde su estancia en grupos como los de Javier Paxariño, Radio Tarifa o La Musgaña, atacan la rítmica de sus creaciones con una artillería en constante renovación. Pop con efervescencia vital, poesía en crudo. Y, entre canción y canción, monólogos hilarantes que parecen salidos de una versión apócrifa de «Mujeres al borde de un ataque de nervios». Largo es el brazo de Pedro Almodóvar. En el final, Virginia Rodrigo atendió las entusiastas demandas del respetable con una interpretación de su clásico «Hipersexsualidad». Un desafío bien entendido, bien encarnado.