La vocalista noruega Sidsel Endresen jugó anoche, en su concierto en Conde Duque, con el ingenio constante

Desde el 1 de marzo, ha llegado a Madrid, traída en vuelo y nube por el anticipo de primavera que se disfruta en el ambiente, la gran fiesta de Ellas Crean. Ya se avanzó en su momento que su programa venía cargado de interesantes señuelos que, en cada edición mejoran los del año anterior. Y, con ellos, una vocalista noruega, Sidsel Endresen, que, anoche, en Conde Duque, volvió a exhibir su enorme oficio mostrando –y demostrando- todo lo que puede dar de sí una voz humana llevada hasta los límites de la expresividad.

Hace ahora seis años, un puñado de aficionados tuvimos la oportunidad de asistir a la presentación de debut de Sidsel Endresen en Madrid. Fue en otra de las ediciones de Ellas Crean, y, ya entonces, llamamos a rebato. Ahora ha vuelto la gran dama con un “más difícil todavía”: conseguir seducir a la audiencia con el único acompañamiento del creador de sonidos Jan Bang, un músico de talento endiablado controlando a mano y muñeca los mandos de sus maquinitas de samplers y teclados.

Una estrella de la libreimprovisación

Sidsel Endresen es, probablemente, la voz más preclara de la libreimprovisación escandinava, esa música que en Estados Unidos llaman free jazz. Más que nadie, y con autonomía inusual, ha ocupado largos años en descubrir los rincones sonoros de su frágil instrumento, y, sobre todo, ha aprendido a utilizar recursos asentados en otras tradiciones canoras muy alejadas de la clásica occidental, como el canto difónico mongol, el canto árabe o el tradicional de Japón. Con todas estas técnicas aprendidas, Sidsel construye un edificio vocal propio y asombrosamente abierto.

El planteamiento es sencillo; la resolución compleja. Por una parte, la compositora Sidsel Endresen propone un recorrido interior plagado de sugerencias geográficas y anímicas hilvanadas por una línea argumental que va trazando la enmarañada caligrafía vocal que descubre en cada tema que idea. La intérprete, después, se erige en prolongación feliz de autora, arma las idea en el mismo lugar en que nacieron -en su propia garganta-, y, con la ayuda de Jan Bang, sostiene instrumentalmente sus elaboraciones.

 Territorios prohibidos

Ambos conducen sus respectivos recursos expresivos, por territorios prohibidos; Sidsel provocando su canto a borbotones; Jan Bang llenando el espacio de armónicos obstinados y ondulantes que complementan el canto de la vocalista. Éste -siguiendo los patrones de la libreimprovisación, o, si se quiere, del free jazz- vuela a su antojo, pero en ningún momento abandona la melodía, que, a menudo, es desarrollada en trayectorias diferentes o desnudada hasta su lectura más esencial. Y todo contado con una voluntad por parte de ambos músicos, seca y sin concesiones. Es, sin embargo, el estatismo de su ademán el que exige mayor esfuerzo y atención por parte de los oyentes.

Fue un recital hermoso y diferente, hecho a la medida de dos artistas únicos en su especialidad. Gente que dobla como participante en festivales de música contemporánea y jazz, cuando no en algunos de teatro experimental, a los que son invitados por su condición de primeras espadas en esa difícil especialidad que es la poesía fonética y el spoken word. Eso sí que es cumplir con la vieja máxima de instruir deleitando. Y muy cerca, al oído.

 

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