CAMILLE HANSON. MAKE ME WILD - Museo de América

Día 19 de marzo de 2023
Museo de América
Fotos: Elena Quintanar


 

Costilla de ballena o colibrí

Nuria Ruiz de Viñaspre

Eso que llena el Universo lo considero mi cuerpo
y eso que dirige el Universo lo veo como mi propia naturaleza

Chan Tzu

Con esta máxima bien pudiera arrancar Make me wild, una sinfonía de amor. Una profunda sintonía con la naturaleza, con esa naturaleza primigenia que ya existía antes incluso de que el mundo fuera mundo. Así que lo mismo da decir make me wild que make me wind porque en la bailarina y coreógrafa Hanson tanto el lado salvaje como el propio vendaval que la lleva una y otra vez, toca su danza de arriba abajo. Ella, con el cuerpo a tierra, con toda su fuerza primaria, junto a Fátima Cué a la garganta y María Prado al cello, proponen a través de la danza llegar al equilibrio, un equilibrio donde el planeta no quede tan descompensado.

Los seres humanos se han independizado de la Naturaleza, y al hacerlo se han desgajado y ese desgajamiento hace que dejemos de sentirnos parte del Todo. Hanson pone aquí la lupa y nos propone practicar en cada hectárea nuestra que ocupemos con conciencia plena nuestro planeta. Habitarlo de manera interconectada. El cambio climático ya es una realidad viva, vivísima, he ahí este incansable baile.

Hay quien concibe la danza como herramienta de denuncia, otros ven belleza, otros utilidad, otros movimiento, pero para Camille Hanson la palabra danza y todo lo que la conforma a ella como persona es compromiso y está directamente tocando palabras como naturaleza, diversidad, resilencia. Así, en el frondoso patio del Museo de América, Hanson suelta su alargado cuerpo en una danza meditativa con el pie enraizado a tierra y el deseo de unirlo al cielo. Un rastrillo despeina el campo de su cabello enmarañado y el barro tiñe todos sus huesos en cada movimiento dancístico. Hanson da luz a lo que podríamos catalogar como un potente trabajo escénico de carácter ecológico o  activismo ecológico, donde, como si fuera un mantra soltado al aire, suena la pregunta:

Si naturaleza es la respuesta ¿cuál es la pregunta?

Hanson nos informa de que ya es una evidencia que la humanidad ha provocado un cataclismo en el planeta. Los ecologistas nos lo anuncian con cifras y ella nos lo canta con danza y siseos de ballena. La pregunta es ¿qué debemos cuidar sino esa naturaleza pues somos naturaleza?

¿quién puso el brillo en el cielo?
¿quién puso el brillo en el mar?
¿quién puso el brillo en la arena?

A lo lejos suena el canto de una ballena y pienso que el esqueleto de este animal puede medir hasta 21 metros. Pienso que está compuesto de 14 pares de costillas que protegen las vísceras. De repente, la garganta de Fátima me devuelve a la realidad. Mecidos por los movimientos de Hanson -con sus costillas de ballena grabadas a fuego en el tórax- y el incesante y bellísimo babuino celestial de Cué, fuimos cayendo en la red de una tautológica ecuación: para que la especie humana sobreviva, ha de sobrevivir el planeta y nosotros somos especie humana y por tanto planeta.

El techo de Camille Hanson es el cielo y la tierra es el planeta. Cuando todo el cielo explota sobre la tierra, allí está ella descalzada con la forma de una Lilith primigenia alada o aleteada. Ballena o colibrí. La tierra en movimiento, el cuerpo en movimiento, la voz en movimiento… Las nubes en movimiento. Para ella el cuerpo es tierra. Sangre y huesos, aire y agua nuestros minerales, nuestros nutrientes. Ella quiere decirnos que para experimentar esa interconexión el camino es la danza y el movimiento. Todos sus movimientos son centrales, como si partieran de un eje, la tierra. Nada en ella es periférico, aunque a veces pareciera que las extremidades vienen de otro cuerpo, por la longitud de sus huesos. No busca el control en ese cuerpo, al contrario, se deja llevar por lo salvaje, por el viento. Ahí ya nos da la clave: la conciencia de Ser Naturaleza. Su huella digital, como la huella digital acústica que tiene cada ballena con su canto único o la huella que deja el incesante batir de alas del colibrí.

Puede parecer que sí pero en su danza Hanson no señala, no critica, no juzga. Ella solo baila posibilidades resplandecientes en lugar de negaciones o faltas. Ese es su particular modo de iluminar la conciencia crítica sobre el planeta y el imparable cambio climático. Pura pedagogía ambiental.

Los colibríes baten las alas 75 veces por segundo, su cuerpo parece estar suspendido en el vacío. Su vibración produce un sonido tipo susurro. Su forma de aleteo configura un ∞
CALENDARIO
tweets en ‎@EllasCrean