La pianista estadounidense ha sido la primera degustación jazzística de Ellas Crean

Comenzó con muy buen pie, ciertamente, esta décimo cuarta edición del festival Ellas Crean, y anoche pudimos ratificar que transcurren los días y su desarrollo conoce idéntica fortuna. Sobre la escena de Conde Duque, la pianista estadounidense Myra Melford, que, pródiga en conciertos de música improvisada y jazz, multiplica actividades en los cuatro puntos cardinales del mundo.

La música para esta creadora infatigable no es exactamente el sonido ordenado al modo convencional que conocemos todos, y sí un muy particular sistema de organización de notas musicales que provocan emociones. Con ellas construye un relato artístico informe, es cierto, pero en el que se agradece mucho que, en sus entrañas, lleve también la lírica poderosa de la aventura en el vacío, la misma que se descubre en la obra de los artistas libres. Y algo muy parecido les sucede a sus cuatro socios en escena.

 

Dinámica vanguardista

Se trata de una agrupación de improvisadores excelente con una dinámica de trabajo muy próxima a la filosofía abierta de la vanguardia de Chicago, donde, por cierto, Myra creció. Ron Miles es un cornetista ingenioso y un melodista muy inspirado. El guitarrista Liberty Ellman dibujó, probablemente, los trazos más felices de la reunión, mientras que el activo y gesticulante Stomu Takeishi dedicó todos sus esfuerzos a colocar el peso de los graves de su instrumento en todas las intersecciones de la música. Y Gerald Cleaver, finalmente, es un baterista lleno de dobleces que buscaba sin cesar los huecos menos obvios para puntuar correctamente el recitado final.

Y, en el centro de todo, la líder de la banda, Myra Melford. Una artista cuyo piano trabajó todas las piezas del repertorio ofrecido como algo vivo, que es, probablemente, el detalle que mejor define su forma de enfrentarse a la música, haciéndola crecer continuamente por su lado más inasible, e interviniendo lo justo para dejar marcada la sustancia de todo el discurso y señalar los puntos de encuentro.

 

Un discurso resuelto a cinco bandas

Música impredecible, melodías mínimas, silencios elocuentes y ritmos, unas veces, intuidos, otras, fuertemente marcados. Furia y cerebro, recogimiento y desasosiego. El concierto tuvo una duración convencional y, durante esos noventa minutos, hubo que enfrentarse con un duro y muy atractivo diálogo dentado, de los que dicen y se desdicen continuamente, resuelto a cinco bandas instrumentales. Este jeroglífico intelectual ya no choca con el desdén del formalismo académico. Y, a ratos, atrapa, y, en otros, emociona.

La presentación de Myra Melford en Ellas Crean ha sido la primera degustación de algo verdaderamente jazzístico en el programa. Una artista con los atributos justos: disciplina, técnica e imaginación. Ahora habrá que esperar al debut de la bajista Kinga Glyk para hacer comparaciones, o, simplemente -y así será sobre todo-, para disfrutar.

 

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