La pianista suiza cerró anoche la programación de Ellas Crean

La pianista Sylvie Courvoisier, pródiga en conciertos de música espontánea, multiplica actividades en los cuatro puntos cardinales del mundo. Y, por si fuera poco, suministra contenidos musicales en ámbitos afines como los del teatro, la danza o la creación radiofónica. Así las cosas, no es extraño que la artista haya afirmado en más de una ocasión que su música no se detiene en el jazz. Tiene razón. Va más allá. Es creación contemporánea. Arte y ensayo de un evadido del jazz. Tiene las virtudes de la vanguardia con el incentivo añadido que poseen las producciones de acceso complicado.

Sylvie nació en Laussane, en Suiza, y en 1998 se instaló en Brooklyn. Llevaba tiempo, no obstante, enamorada de la música de ese séquito de iluminados que, con John Zorn a la cabeza, habitan y trabajan en la Gran Manzana. En los más diversos sentidos, pedagógicos y profesionales, lo que hacen todos esos músicos de Nueva York trasciende las convenciones del free jazz. Ese espíritu pervive en esta compositora que, anoche, en compañía de Drew Gress en el contrabajo, y Kenny Wollesen en la batería, cerró en Conde Duque el programa de actividades que el festival Ellas Crean ha desarrollado en su presente edición de 2016.

 

Entre la música contemporánea y el jazz

Desvelando en cada minuto una incesante y rigurosa filosofía, la música de Sylvie Courvoisier está emparentada tanto con compositores de la clásica contemporánea -Schöenberg, John Cage, Xenakis o Stockhausen-, como con jazzistas tan egregios como Cecil Taylor, Ornette Coleman o Eric Dolphy. Composición e interpretación nacidas de la combustión inmediata de los materiales forman un todo que invita a una escucha exigente.

Música impredecible, melodías mínimas, silencios elocuentes y ritmos, unas veces, intuidos, otras, fuertemente marcados. Furia y cerebro, recogimiento y desasosiego. El concierto tuvo una duración convencional, y durante esos noventa y algún minutos hubo que enfrentarse con un duro y muy atractivo diálogo dentado, de vértices impares, resuelto a tres bandas instrumentales. Este jeroglífico intelectual ya no choca con el desdén del formalismo académico. Y, a ratos, atrapa, y, en otros, emociona.

 

Disciplina, técnica e imaginación

Este del trío con Drew Gress y Kenny Wollesen es uno más de los formatos instrumentales con los que se ha visto hasta el momento trabajar a Sylvie, que en su apretada vida ya ha jugado con muchos otros. En cualquier caso, cualquiera de ellos -incluido el de dúo que completa el violín de su compañero Mark Feldman-, informa de las calidades de una artista con los atributos justos: disciplina, técnica e imaginación. Una pianista que construye y desarma discursos, combina fraseos que surgen espontáneos, y ata los cabos del fluido improvisado para generar una estructura que va surgiendo en el mismo momento de la actuación. Un concierto esplendido en todos los órdenes.

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