Emel Mathlouthi

Mediado el siglo pasado Cheikha Rimitti le puso electricidad al Magreb. Fue un acto de mucha audacia creativa, pero todavía más de coraje y valentía. Décadas más tardes, las nietas de la abuela sabia han seguido su camino, asumiendo tanto la osadía artística como la vital, contando como mayores exponentes a la tunecina Emel Mathlouthi, encargada de clausurar el festival Ellas Crean en un abarrotado Auditorio Conde Duque. La joven cantante, la voz de la primavera árabe, de la revolución de los jazmines, actuaba por vez primera en Madrid y su emoción se empleó a fondo, a la altura de la expectación generada semanas atrás.

En cada una de las canciones de Mathlouthi hay una causa, un grito, una reivindicación. Esta chica sólo le tiene miedo al silencio aburguesado, por lo que no extraña la empatía con todas sus letras, que hablan de la mujer, la igualdad, la justicia, la libertad… Lo mejor de todo es que lo hace con autenticidad, desde dentro hacia afuera, mostrándose como todas las artistas que han actuado en el 14º festival Ellas Crean: con la verdad en el corazón y en la mano.

Todas las revoluciones sociales tienen a los jóvenes en su corazón, también a las mujeres, y Emel Mathlouthi lo fue, ya se ha dicho, en su Túnez natal, participando y liderando la revolución de los jazmines. Su canción “Kelmti Horra” (Mi palabra es libre) ocupó todas las calles y asaltó todas las conciencias, y ahí sigue, comprometida con la libertad, con la igualdad. Su canción echa raíces en la música magrebí de su niñez, pero luego, como mujer, como joven mujer, está conectada a otros mundos musicales urbanos de hoy.

Tiene un talento muy especial esta mujer, capaz de remover el pasado y soñar el futuro. Enchufa su inspiración a teclados y texturas electrónicas que, complementadas con una voz de mil y una noches, nos sitúa ante una suerte de Borjk tunecina, y no es exageración, aunque se advierten de la diferencia de estímulos y contextos. Le acompañaban en el escenario un pianista con muchas capacidades, Pier Luigi Salami, y un baterista y percusionista igualmente todos los ritmos, Shawn Crowder. Entre ambos arroparon una voz envolvente, subyugante, hipnótica, cuyos efectos balsámicos se enriquecían con texturas sonoras mágicas.

En el tiempo de los bises echó mano de su niñez y recordó a nuestra Elisa Serna, al tiempo que reclamó que los cantantes hagan canciones importantes. Y también se acompañó a piano en na balada de una belleza singular, que fue decantación de todas las músicas y emociones que ha vivido este festival. Magnífico cierre para una grandísima edición de este Ellas Crean infatigable en su compromiso con la igualdad, con la visibilidad normalizada de las creadoras. Se dijo al inicio: hasta el año que viene.

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