Detrás de esta espina que quiso ser flor hay dos mujeres con universos artísticos reconocibles y valorados. Hay en su misterio creativo mucha audacia y mucha emoción, años de trabajo que hoy encuentran una última prolongación en esta obra que llegaba para estrenarse en Madrid, tras recibir encendidos aplausos y reconocimientos a su paso por el festival Flamenco de Jerez y recibir múltiples nominaciones a los Premios MAX. Hablamos de Carlota Ferrer y Olga Pericet, las dos mujeres más visibles en una aventura coreográfica que prende en el flamenco pero vive en la danza contemporánea y la dramatización teatral. A ellas también se suma por méritos propios la guitarrista Antonia Jiménez, responsable de la música de la obra junto a Pino Losada.

“La espina que quiso ser flor” lleva un subtítulo revelador: “O la flor que soñó con ser bailaora”. Esto es, frases que son en realidad metáfora de cómo el arte del baile y la danza puede descubrir un mañana sin dejar de mirar atrás, de cómo la tradición también puede ser vanguardia, porque, sea como fuere, los movimientos que se dan sobre el escenario son siempre expresiones y emociones auténticas, de una verdad incontestable. Al final del recital, el público así lo entendió con prolongado y cerrado aplauso, que no encontraba fin.

La música acaba siendo justa banda sonora de una coreografía total, de un baile, el de Olga Pericet, que es vida en pies, manos y cintura. A ello se le añade una escenificación tan sencilla como acertada, pues de vestir o desvestir un escenario…Carlota Ferrer ha demostrado con creces que sabe de los suyo… El estreno en Madrid, en el Teatro Conde Duque, de este nuevo monumento coreográfico de nuestro tiempo protagonizó una de las veladas más apasionantes que ha vivido la danza en este Ellas Crean, una obra necesaria que habrá de revisarse mañana; una historia que nacía de una espina y acababa convertida en una flor y de ahí…en un jardín, en el que todo el mundo se sintió a salvo.

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