La cantaora presentó las canciones de «Verso a verso», su reciente libro-disco dedicado a Miguel Hernández

 

A juzgar por el aspecto que presentaban anoche los alrededores de Conde Duque, bien podría decirse que la cantaora Carmen Linares citó a tanta gente fuera como dentro del auditorio, donde, con su concierto, se inauguraba la primera jornada musical de la presente edición del festival multidisciplinar Ellas Crean. Y no es preciso contarse entre los aficionados al flamenco para reconocerle a Carmen que lo que hace, lo resuelve rematadamente bien siempre. Por añadidura, la presentación en sociedad de su libro-disco «Verso a verso», ha vuelto a poner de manifiesto, una vez más, la vigencia de esa gran realidad del arte de nuestro tiempo que es el legado del poeta Miguel Hernández.

 

Nueve años de silencio discográfico

Lo que ahora se nos ofrece es el resultado de mucho tiempo de apretada actividad, seleccionando, adaptando y arreglando obras, con las que Carmen Linares vuelve al terreno de las grabaciones, tras nueve años de ausencia de los estudios, desde la publicación de «Raíces y alas» en 2008. A la cita acudieron músicos como el pianista Pablo Suárez, el guitarrista Salvador Gutiérrez, el contrabajista Josemi Garzón y el baterista Koro Sampela, todos buenos conocedores de los materiales estrenados, por cuanto son los músicos originales con los que se realizó la producción. Y Carmen entona «Para la libertad» y se comprueba que este nuevo repertorio tiene, además de un flamenquísimo aliento, la riqueza y la complejidad armónica de la mejor canción de autor contemporánea. No en vano, la música de algunos títulos lleva la firma de Luis Pastor.

 

La poesía ilimitada de Miguel Hernández

Y, como para Miguel Hernández -casi tanto como para Lorca- la poesía no tuvo jamás demasiados límites, nada mejor que sea el pianista Pablo Suárez el que, llegado el momento, se exprese en clave jazzística para que la poesía cantada pruebe otra vía de asalto. Pablo es la mente sabia que ha inventado arreglos y dirige el ritmo escénico con el fin de que todo obedezca a las posibilidades artísticas de un concepto, al tempo y la pasión narrativas, huyendo de la improvisación. Todo es enorme.

Enorme Carmen con el vuelo del guitarrista Salvador Gutiérrez en «Andaluces de Jaén», y muy solvente el resto de los músicos cuando, sin abusar del aflamencamientos y sí injertándole donaire y garbo, ligando los cambios de ritmos y entonaciones con maestría, como no podía ser de otra manera, dotan a todo este material de un encanto añadido, haciendo patente su virtud de ser extraordinariamente original en el ámbito que desee acometer.

 

Elevada singularidad

«Canción de los vendimiadores» y «Llegó con tres heridas» lucieron muy bien como vigías de la identidad flamenca, mientras «El silbo del dale» descubría en la voz de la actriz Mabel del Pozo un aliento estético más próximo al universo de la canción de cualquier tiempo y lugar. Y Carmen cantó maravillosamente bien en todo momento, acariciando los rincones más cálidos de su voz, que, acaso, hizo más evidentes, cuando en compañía de Mabel entonó el poema «Imagen de tu huella», al que ha puesto música Luis Pastor. Y fue esta parte del recital la que resultó más sólida y dueña de una altísima singularidad, cuando el grupo construyó una línea de sonido para respaldar textos como ese que dice: «No puedo olvidar / que no tengo alas / que no tengo mar / vereda ni nada / con que irte a buscar». Sobresaliente.

Arte con emoción popular. Desde el dolor al júbilo y concluyendo en el turno de bises con Lorca. Nadie podría dar más. Flamenco y canción a despecho del tiempo, de ortodoxias estrechas. Siempre fue así.

 

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