Ella pilota cazas que sobrevuelan el desierto de Irak y lo siembran de bombas y misiles, pero solo ve un inmenso y límpido cielo azul. La tierra queda demasiado lejos, demasiado atrás, se desplaza rápida como un mal pensamiento, como una pasajera sombra de duda. Tras ser madre, la protagonista de «En tierra», recibe un nuevo destino: los cazabombarderos, artefactos del pasado, viejos compañeros de aventuras temerarias de enfants terribles, están siendo sustituidos por los drones; y los pilotos, trasladados a recintos cálidos y seguros desde los que llevarán a cabo sus misiones: un mando, un botón, una pantalla gris que, a veces, destella manchas rojas: el enemigo.

Esta situación aséptica, en un entorno protegido, donde los riesgos desaparecen y las distancias se multiplican, provoca, sin embargo, un enorme desasosiego en esta mujer audaz que, ahora, a miles de kilómetros del combate, se sabe vigilante y vigilada, y que, paradójicamente, empieza a conocer a sus víctimas.

Arriesgado monólogo del estadounidense George Brant, dirigido (junto a Sigfrid Monleón) e interpretado brillantemente por Isabel Stoffel, sola en un escenario vacío donde las transiciones lumínicas y sonoras crean decorados deletéreos que apoyan extraordinariamente los grandes temas planteados en Grounded: ¿podemos volverle la cara al horror de la guerra? ¿Es posible la paz en una sociedad amenazada por la vigilancia de las nuevas tecnologías? ¿Dónde viven nuestros asesinos: en Irak, en Afganistán, o el desierto de Nevada? ¿Cómo mirar al cielo si ya no somos pájaros, sino prolongaciones de un juguete maligno?

Carmen Toledo

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